cabecera aqui blog

Política a ras del suelo

AddThis Social Bookmark Button

Erick Torrico Villanueva*

Fuente: Agencia de Noticias Fides (ANF)

2 de junio de 2025

En un año crucial para la vida de Bolivia, cuando la política debiera alzar vuelo y ponerse a la altura de las circunstancias, los hechos que se vienen produciendo en el proceso electoral solo reflejan las limitaciones terrenales de sus protagonistas.

Ninguno de ellos da muestras de haber comprendido el sentido histórico que contiene el momento presente, caracterizado además por la recordación del bicentenario de la creación del país, acontecimiento que, hasta ahora, apenas ha merecido un pálido embanderamiento de parte de unas cuantas instituciones.

Si algo tienen en común los sectores del oficialismo y la oposición, además de esa ignorancia, son una mirada cortoplacista, la priorización de intereses personales o de grupo y la marcada fragmentación interna. Un cuarto elemento compartido es la “receta” que manejan para enfrentar la actual crisis económica, aunque los afines al gobierno no se atreven a asumir una posición explícita a ese respecto porque ello eliminaría toda su presunta diferencia con la “derecha”.

En lo que se conoce de las propuestas presentadas por las organizaciones políticas con vista a los comicios de agosto próximo, no se advierte trazos que hagan perceptible algún proyecto estatal consistente y de largo alcance. Lo central, en buena parte de los casos, son algunas fórmulas para intentar controlar el ciclo inflacionario que está en marcha y para que el país no quede paralizado por la escasez de carburantes. Otros ni siquiera se pronuncian coherentemente sobre ese plano de lo inmediato.

La deprimente improvisación con que están siendo constituidas las distintas candidaturas confirma lo dicho y da cuenta de que, en realidad, la mayoría de ellas es la expresión de simples estrategias de sobrevivencia –algunas rayando en la desesperación– que articulan variadas tácticas para tratar de retener el poder o de canalizar un eventual acceso a él, así sea parcial.

En medio de esa pugna de urgencias hay desde volátiles acuerdos preelectorales de emergencia y conveniencia hasta el “reciclaje” de personajes insufribles que figuran en calidad de asesores y aun de candidatos.

Los oficialistas, escindidos en al menos tres grupos que se consideran recíprocamente traidores, se disputan un mismo nicho de electores. Lo propio ocurre con los opositores, sumidos en una especie de poco creíble concurso de plazos para acabar con la crisis, que se dirigen a otro bloque cerrado de votantes que habrá de repartirse entre las diferentes postulaciones. Esto significa, por lo que se ve, que ninguno de los dos bandos conseguirá crecer del modo en que necesitarían hacerlo para imponerse con suficiencia en las urnas. Por eso, de nuevo, la segunda vuelta aparece como la alternativa final más clara.

Esa circunstancia está llevando a que la confrontación intestina –con el torpedeo mutuo como pivote– sea un rasgo fundamental de la dinámica eleccionaria de 2025, lo que multiplica los frentes de la lucha electoral, ya que cada fuerza tiene como adversarias no únicamente a todas las del bloque contrario, sino también a todas las de su misma línea. Un desafío así es sumamente desgastante para cualquiera de ellas, más todavía si carecen de una apropiada estructuración programática.

En un cuadro semejante casi está garantizada la dispersión del voto y se anuncia un posible incremento de la abstención, pero de igual manera se asegura la inviabilidad de la renovación.

De lo anterior se deriva el hecho de que, incluso con elecciones que lleguen a resultados entre agosto y octubre, se prolongará el lapso de transición abierto con la crisis político-electoral de octubre-noviembre de 2019. Y, por tanto, se extenderán –probablemente por un período más de gobierno– tanto la indefinición hegemónica como la correspondiente incertidumbre colectiva.

La actual crisis económica en vías de agravamiento, sumada a la inestabilidad política que empieza a gestarse, supone un alto riesgo de descomposición social. Las soluciones posibles e impostergables demandarán un complejo proceso de concertación para el que los participantes requerirán habilidad política, competencia técnica y, obviamente, espíritu de desprendimiento, tanto como un marco de respeto a la institucionalidad democrática.

¿Estarán los actores y operadores políticos preparados para ello? ¿Habrá en el país las condiciones y posibilidades para que tal tarea sea llevada a cabo? Si en los meses siguientes las respuestas a estas interrogantes fueran negativas el desenlace será que la política continúe en su más bajo nivel, a ras del suelo, y sea la incubadora de situaciones indeseables.

*El autor es especialista en comunicación y análisis político y vicepresidente de la Asociación de Periodistas de La Paz       

Síguenos a través de:

facebook icontexto inside icon  twitter-logo-enelpc

Publicación Aquí 341

Visitas

30102341
Hoy
Ayer
Esta semana
Este mes
Total
13955
18255
141921
705857
30102341